Para que una empresa o sociedad funcione en pleno rendimiento, las personas necesitan dormir al menos 7–8 horas diarias. He aquí una de las grandes herramientas de competitividad, y en cambio una de las menos fomentadas por el entorno empresarial e institucional. Hoy, quiero compartir esta reflexión con mi red más cercana, esperando os pueda aportar nuevos insumos.
Vivimos en tiempos muy acelerados, donde la digitalización y la velocidad de la actividad laboral -sin mencionar la coyuntura económica- nos exigen grandes esfuerzos a nivel de organización, gestión y comunicación. Además, este fenómeno afecta tanto a las generaciones nativas digitales, como a aquellas que han tenido que aprender a operar en este entorno.
Desde el punto de vista empresarial e institucional, la productividad continúa tomando una relevancia creciente (casi obsesiva), y se invierten grandes cantidades de recursos en su mejora a través de la puesta en marcha de programas de formación, la implantación de herramientas digitales, la sistematización de procesos ágiles, o la creación de complejos sistemas de KPIs e incentivos, entre otros. En cambio, en la mayoría de casos se pierde perspectiva al no actuar sobre la base, es decir, la claridad mental y serenidad de las personas.
La neurociencia ha descubierto que con la cantidad suficiente de sueño (cuando los niños te dejan, claro🤨), logramos mejorar sustancialmente la capacidad de concentración y la productividad de personas y equipos. El sueño no solo significa “descansar”, sino que es un complejo sistema metabólicamente activo y ordenado (a través de sus fases REM y no-REM), que actúa como un gran reparador de funciones cerebrales , mejorando la memoria, la eficiencia, la capacidad creativa y el balance emocional. Y es más, su privación (que sucede cuando dormimos menos de 8h diarias) se relaciona con numerosas afecciones neurológicas (alzheimer, ansiedad, depresión, accidentes cerebrovasculares, etc) y fisiológicas (cáncer, diabetes, ataques cardíacos, infertilidad, aumento de peso, inmunodeficiencia, etc).
Tanto es así, que la privación de sueño ha sido reconocida como una epidemia de salud pública por organismos como el US Center for Disease Control and Prevention, y estudiada en profundidad por la World Health Organisation. Según diferentes datos epidemiológicos, entre el 30–35% de la población global sufre problemas de sueño, y un 9–11% sufren insomnio crónico.
Aquí tenemos, ante nosotros, la solución a muchos problemas. Al margen de la estrategia de inversión en formación, herramientas digitales y mejora de procesos que adoptemos, si fomentamos buenos hábitos de sueño estaremos mejorando la productividad y capacidad intelectual de los equipos. Y por supuesto, estaremos mejorando nuestra salud y calidad de vida
Quizás conocías ya estos detalles, yo los descubrí hace poco tiempo tras una buena lectura que quería compartir hoy en este espacio: Why we sleep, Matthew Walker.
Sería muy interesante y realmente pionero diseñar nuevos programas de sensibilización y fomento del sueño como herramienta de competitividad e innovación en empresas y organizaciones. Además, supondría un interesante complemento a cualquier plan de responsabilidad social. Si te interesa explorar cómo poner en marcha una iniciativa así, estaré encantado de colaborar.
Mientras tanto, felices sueños 💤.